jueves, 28 de octubre de 2010

León Tolstoi

León Tolstoi (1828-1910)
Nació el 9 de septiembre de 1828 en Yásnaia Polaina, una propiedad agrícola de su familia, en el sur de Moscú.
Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literariosEl muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educación, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrataEn 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.
Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artilleria.
El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.


Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir.
Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.


Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.
Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.


Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.


A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.






Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.


Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.
La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.


Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).


Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.


Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.


Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos."






En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano..

martes, 19 de octubre de 2010

Nicanor Plaza





Los enigmas del olvidado maestro de la escultura chilena
Murió en el abandono absoluto en Florencia, pero se lo considera uno de los padres de la escultura chilena, autor de obras emblemáticas, como la estatua de Andrés Bello y el controvertido "Caupolicán". El interés en este escultor, marcado por un halo trágico, revive en estos días.  
Un humilde espacio en el cementerio Trespiano de Florencia -nicho 75, parte del cuadrado "H"- ha albergado desde 1918 los restos mortales de Nicanor Plaza. Una pulmonía fulminante lo mató en 48 horas, aunque también hay teorías que dicen que fue influenza, cuya epidemia mató en esa época a 20 millones de personas en Europa y Estados Unidos. Lo llevaron al hospital los administradores de la casa en que arrendaba una pieza y murió en total soledad. Fue un triste final para el promisorio muchacho apadrinado por Benjamín Vicuña Mackenna y Matías Cousiño, quien a los 19 años fue becado para estudiar en París, donde su talento le significó premios y encargos.
Se trata del primer gran escultor chileno. Por sus relevantes cualidades y reconocimientos artísticos, puede ser considerado una figura fundacional en nuestra escultura. Además de los méritos de su obra escultórica, destaca también por su labor docente", dice el escultor Francisco Gazitúa. "Es increíble que no haya ni siquiera una monografía dedicada a él".
"Cuando Plaza asume la cátedra de Escultura, la enseñanza de esta disciplina estaba en una etapa de gestación en el país. No había tradición pedagógica y los recursos eran escasos. El maestro chileno, que sucede al francés Auguste François, demostró talento artístico y liderazgo en la enseñanza. A él debemos la formación de la primera promoción de grandes escultores chilenos", agrega Pedro Zamorano, historiador del arte y académico de la Universidad de Talca, quien lidera un proyecto Fondecyt que Virginio Arias -autor de la estatua "El roto chileno"- fue su discípulo más destacado (Plaza incluso lo apoyó para que viajara a Europa). Arias es autor de un hermoso busto que retrata a su maestro y que constituye uno de los pocos testimonios del rostro de Plaza, cuya vida se difumina entre enigmas y episodios poco aclarados. Curiosamente, ambos compartieron una vida dedicada al arte y una muerte en la pobreza y el abandono. Plaza murió en Florencia, en total soledad, y Virginio Arias en Santiago, ciego y en la miseria.
Renca-París
La Asociación de Escultores de Chile, liderada por Francisco Gazitúa, ha encabezado una ofensiva para recuperar la figura y la obra de Nicanor Plaza. Pieza clave en esta iniciativa es la repatriación de sus restos desde Florencia, que se concretaría en noviembre y que ha contado con el respaldo de la Dirac y el trabajo de la Embajada de Chile en Italia, que buscó en 16 cementerios florentinos hasta dar con la tumba del escultor. Para el 2011, se planifica una muestra con las obras de Plaza y sus alumnos en el Museo Nacional de Bellas Artes y la publicación de un libro en torno a su obra.
Cómo llega este muchacho de Renca al deslumbrante París del siglo XIX? Cuesta dar con datos certeros de la vida de Plaza, pero varios fuentes refieren su nacimiento en una familia campesina de Renca, el "cordón chacarero" de Santiago. Por su habilidad manual y artística, Plaza -un niño de sólo 10 años- se emplea en la sombrerería que regentaba un ciudadano francés, monsieur Bayle. En la sombrerería lo habría conocido el artista Auguste François, quien impartía la primera cátedra de Escultura en Chile. A los 14 años, Plaza ingresa a la clase de François, quien decide apadrinarlo, admirado por su talento. Pocos años después, Plaza recibe una pensión del Gobierno chileno para estudiar en París, gracias a la ayuda de Matías Cousiño. En Francia ingresa a la llamada "Grande École" -L'École des Beaux-Arts- que ya tenía 200 años de trayectoria y donde el mismísimo Rodin reprobó una vez su examen de ingreso. "Ser admitido allí equivalía a contarse entre los mejores escultores jóvenes del mundo", relata Francisco Gazitúa.
En París colabora en el taller de François Jouffroy y de Carrier-Belleuse, quien realizó la estatua de O'Higgins que se sitúa en la Plaza de la Ciudadanía. Los buenos resultados lo llevan luego a abrir su propio taller, donde esculpe algunas de sus obras más conocidas como el "Caupolicán" y "El jugador de chueca". En 1871, deja una promisoria carrera en Francia para retornar a Chile y asume la cátedra de Escultura de la Academia de Bellas Artes.
Un arte popularLas creaciones de Plaza en bronce y mármol se enmarcan dentro de los últimos frutos de una escultura más "académica", pero que tenía una fuerte presencia en la vida cotidiana por estar emplazada en lugares públicos. "La obra de Plaza es diversa y evidencia un fino dominio de la técnica. En algunas de sus esculturas, como 'La quimera', se evidencian rasgos academicistas más evidentes. En otras obras, como 'Prólogo', 'Epílogo' y, sobre todo 'Caupolicán' se acentúa un mayor dinamismo, que define notas más fuertes de expresividad. Otras, como 'El jugador de chueca', se relacionan con un naturalismo más descriptivo".
Para Francisco Gazitúa, "en su género -tipología de escultura 'sedente'- la estatua de Andrés Bello es una de las obras más significativas realizadas en el país. "Caupolicán y Andrés Bello están entre las mejores esculturas realizadas por chilenos".
Una de las grandes deudas con Plaza es un inventario de su obra. "La escasez de información revela una subvaloración de ese período por parte de la mayoría de los teóricos del arte. La 'escultura académica' es considerada por muchos como un período decadente, casi una prisión, un mundo de reglamentos y proporciones que tenía como referente los modelos grecolatinos", dice Gazitúa.
El mismo Gazitúa retruca esas críticas. "El campo estatuario, con todos sus bigotes, sables y caballos fue una manera de hacer que los propios escultores abandonamos. Mi impresión es que, si bien ganamos libertad, lo perdimos casi todo. La función conmemorativa de la escultura, su lado 'ornamental', en mobiliario urbano, su relación con la muerte en cementerios, todo el arte religioso, los memoriales. Esos campos pertenecieron a los escultores desde siempre y hoy son tratados con recelo, o casi con vergüenza en las escuelas de arte. La escultura hasta el período estatuario fue un arte profundamente popular, cumplíamos una función social y vivíamos de eso".
Las pistas de su muerte
En Chile, Plaza se desempeña como maestro de escultura por casi veinte años, formando a los escultores de la generación que seguirá su camino artístico, entre ellos Virginio Arias, Arturo Blanco, Carlos Lagarrigue, Ernesto Concha, Guillermo Córdova y Simón González (hermano de Juan Francisco, el pintor). Luego decide dejar Chile y radicarse en Florencia, marcado por la amargura, al sentirse incomprendido y solitario en el cultivo de su arte.
A Florencia llega un escultor cansado (tenía 55 años y una dolorosa artritis), pero que se radica allí por cerca de 18 años, un período de su vida del que se desconoce casi todo. En especial si produjo obras, lo que parece lógico si se toma en cuenta que arrendaba un espacio para trabajar. ¿Qué se hicieron las esculturas que puede haber creado en ese último período? Misterio. Sólo hay huellas de un encargo del Gobierno de Chile.
"Los documentos oficiales de que disponemos indican que Nicanor Plaza fue comisionado para realizar una obra titulada 'Heroínas de la Independencia de Chile', que no habría superado el nivel de bocetos y yesos. Sabemos que hacia 1930 los yesos estaban aún en una bodega en Florencia, pero el rastro se pierde después", relata Julio Cordano, parte del equipo de la Embajada chilena en Italia que ha trabajado en la pesquisa de sus restos.
El inventario de los bienes de Plaza habla de su modesta vida en Florencia. Documenta la existencia de dos chales, ropa, pañuelos, herramientas de trabajo, un par de botellas de chianti y tres relojes. De hecho, hay versiones que dicen que la escultora Rebeca Matte, que vivía en la misma ciudad, lo auxilió en algunas ocasiones.
"Sabemos que en Florencia arrendaba una pieza en el centro de la ciudad y vivía a pocos metros del Duomo. También arrendaba un taller hacia las afueras de la ciudad, donde pasaba la mayor parte del tiempo", dice Cordano.
La muerte fulminante del artista se produce el 7 de diciembre de 1918. "A través de las autoridades de la Toscana logramos una copia del certificado de defunción del artista, que finalmente da luz sobre la fecha de su fallecimiento. Había distintas versiones, por lo que creemos que es un aporte esclarecedor", explican desde la Embajada de Chile en Roma.
Con posterioridad a su muerte, ante la ausencia de familiares que reclamaran sus derechos, el Estado de Chile se declaró heredero universal de sus bienes en Italia, en un proceso que estuvo marcado por irregularidades y dudas sobre la forma en que se desarrolló la operación.
Hoy la idea es recuperar el legado del solitario escultor. "La huella de don Nicanor nos deja como desafío la recuperación del papel del escultor en la vida de nuestra ciudad", reflexiona Francisco Gazitúa. "Creemos que la publicación que estamos preparando, que recopilará su obra por primer vez -casi 100 años después de su muerte- cumplirá la función de reponer la estatuaria en el corazón y origen de la escultura chilena".

 Caupolicán: Mohicano-mapuche
Nicanor Plaza tenía sólo 24 años cuando trabajó en la estatua conocida como "Caupolicán", tal vez su obra más famosa. La escultura ha sido alabada por su emplazamiento en el cerro Santa Lucía (sobre una roca, con la ciudad como fondo) y por la tensión que emana de la figura alerta y vigilante, estructurada en torno a ejes diagonales.
La temática, en cambio, ha sido objeto de eternas controversias. Su atuendo y facciones, por cierto, no corresponden a la tipología mapuche. La obra fue realizada por Plaza en París, para un concurso que buscaba una personificación del héroe de la novela " El último mohicano" de Fenimore Cooper . No habría tenido éxito y la estatua viaja a Chile, donde, según Liisa Flora Voionmaa -autora de "Escultura pública. Santiago 1792-2004"- obtiene la máxima distinción en la Exposición de arte e industria de 1872 . Para las celebraciones del Centenario se emplaza en el Santa Lucía. El crítico Richon-Brunet dijo en su momento que la estatua no sólo simbolizaba la epopeya araucana, sino toda la raza indígena de América, según cita la obra de Voionmaa.
Por sus obras lo conoceréis
Muchos chilenos desconocen quién fue Nicanor Plaza, pero es difícil que no hayan observado alguna vez sus obras. En el interior de la casa central de la Universidad de Chile está su famosa estatua de Andrés Bello realizada en mármol (la que está en la calle es copia del original, en su factura participó Samuel Román). En el frontis de la universidad, por Alameda, se emplazan relieves alegóricos en bronce, también realizados por el escultor.
En el cerro Santa Lucía se ubica la estatua original de Caupolicán y en el interior del Teatro Municipal están " Prólogo " y " Epílogo " . En el Museo de Bellas Artes están sus esculturas " Jugador de Chueca " y " Quimera " .
El escultor francés Carrier-Belleuse es el autor de la figura ecuestre de O'Higgins ubicada en la plaza de la Ciudadanía. Nicanor Plaza fue su ayudante en París y es el autor de dos de los relieves en bronce del pedestal de la estatua, "Combate de El Roble" y "La abdicación de O'Higgins" . En el bandejón central de la Alameda se emplaza un busto de José Miguel Infante . El monumento a los escritores de la Independencia está en el Parque Forestal. En las cuatro caras de la base de un obelisco, están los rostros esculpidos de Manuel de Salas, Camilo Henríquez, José Miguel Infante y Manuel José Gandarillas. En la plaza Tirso de Molina se ubica un obelisco con las caras de cuatro historiadores de la Independencia. Otras obras son su hermosa estatua dedicada a Juan Martínez de Rozas (emplazada en Concepción), un "Hércules" , una "Susana" y una " Bacante " , una figura de Arturo Prat y de Bilbao . Hay textos que relatan que sólo entre 1875 y 1897 Plaza ejecutó ¡93 obras! Desgraciadamente, se desconoce el destino de buena parte de su producción.
 El Mercurio