domingo, 20 de junio de 2010
Dia del Padre
Amiguitos te contare como es que se dio inicio al día del papá
Se debe a la señora Sonora Dodd la idea de celebrar el Día del Padre. En 1909 ella hizo esta propuesta, ya que deseaba que existiera un día especial que honrara a su padre, William Dodd.
William Dodd, veterano de la guerra civil estadounidense, enviudó al fallecer su esposa mientras daba luz a su sexto hijo. Solo y sin apoyo, asumió la tarea de criar y educar a sus seis hijos en una granja al este del estado de Washington.
Ya adulta, Sonora vio en su padre un hombre valeroso, cariñoso y desinteresado, que había realizado todo tipo de sacrificios para sacar adelante a su familia. Debido a que su padre había nacido en junio, Sonora escogió el 19 de junio de 1910 como fecha para celebrar el Día del Padre en honor al suyo.
En 1924 el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea y convirtió el Día del Padre en una celebración nacional. Finalmente en 1966, el Presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación presidencial que declaraba el tercer domingo de junio como Día del Padre.
ORACIÓN DEL PADRE
AYÚDAME, SEÑOR, a comprender a mis hijos, a escuchar pacientemente lo que quieren decirme y a responderles todas sus preguntas con amabilidad.Evítame que los interrumpa, que les dispute o contradiga.
HAZME cortés con ellos para que ellos sean conmigo de igual manera. Dame el valor de confesar mis errores y de pedirles perdón cuando comprenda que he cometido una falta.
IMPÍDEME que lastime los sentimientos de mis hijos. Prohíbeme que me ría de sus errores o que recurra a la afrenta y a la mofa como castigo.
NO ME permitas que induzca a mis hijos a mentir y a robar. Guíame hora tras hora para que confirme, por lo que digo y hago, que la honestidad es fuente de felicidad.
MODERA, te ruego, la maldad en mí. Evítame que los incomode y cuando esté malhumorado, ayúdame, Dios mío, a callarme. Hazme ciego ante los pequeños errores de mis hijos y auxíliame a ver las cosas buenas que ellos hacen.
AYÚDAME a tratar a mis hijos como niños de su edad y no me permitas exigirles el juicio y convicciones de los adultos. facúltame para no robarles la oportunidad de confiar en sí mismos, pensar, escoger o tomar decisiones.
OPÓNTE a que los castigue para satisfacer mi egoísmo. Socórreme para concederles todos los deseos que sean razonables y apóyame para tener el valor de negarles las comodidades que yo comprendo que les harán daño.
HAZME justo y ecuánime, considerado y sociable para con mis hijos, de tal manera que ellos sientas hacia mí, estimación. Hazme digno, Señor, de que sea amado e invitado con mis hijos.
miércoles, 9 de junio de 2010
Amin Maalouf
Nacio en Beirut, 25 de febrero de 1949.escritor libanés. Trabajó como periodista en Beirut y fue enviado especial en zonas controvertidas como Vietnam y Etiopía, hasta que comenzó la guerra civil en El Líbano en 1975, por lo que se trasladó a París como refugiado. Actualmente (2010) todavía vive allí.
Maalouf escribe en francés, y sus libros han sido traducidos a mumerosos idiomas. Recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela La Roca de Tanios. En su narrativa mezcla la realidad histórica con la ficción, y culturas diversas como la occidental y la oriental.
Ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en su edición de 2010
Samarcanda
León Africano
Las cruzadas vistas por los árabes
Es el optimismo de un artista marcado por la guerra, que le llevó a cambiar su Beirut natal (1949) por París, ciudad en la que se instaló en 1976 y donde trabajó como corresponsal para la prensa árabe hasta que el periodista fue dejando paso al escritor que en el que se ha convertido.
"Para mí trabajar es escribir, desde que era niño. Vengo de un entorno en el que se escribía", dice Maalouf en el salón de su casa, en un clásico apartamento de un barrio residencial parisino, impregnado de olor a incienso y alfombras árabes, un soñador, que nunca para de "construir historias".
"A veces es incluso peligroso porque cuando empecé a conducir, podía perderme tanto en mis pensamientos que provocaba accidentes", recuerda Maalouf, autor de "León, el africano" o "Samarkanda".
Con el tiempo ha aprendido a contenerse. Si le surge una idea al volante, la vuelca en la pequeña libreta que lleva en el bolsillo y luego la transcribe con su ordenador.
Escribe temprano, cuando se siente más lúcido. A veces en su despacho, donde duerme enroscado un enorme gato al que Maalouf llama su "mejor asistente literario". Otras veces, encerrado en la casa que tiene en una pequeña isla al oeste de Francia, se levanta al amanecer y teclea hasta el medio día. Luego pasea o se entretiene en lecturas que no tengan nada que ver con su proceso creativo.
En su cabeza siempre está presente el convulso mundo en el que vive y que le lleva a centrarse en sus textos para buscar soluciones, dice un artista influenciado Leon Tolstoi, Thomas Mann, Stefan Zweig, Cicerón o Mark Twain.
Reflexivo y buen conversador, cree que "si hubiera mucha gente de buena voluntad, que intentase hablarse y comprenderse y no permanecer encerrados en una visión estrecha, las cosas irían mejor".
La literatura "puede ser una herramienta de paz porque puede imaginar un mundo diferente. Tenemos que reinventar el mundo. La literatura tiene la obligación de hacerlo, en todas las lenguas", asegura alguien que cree plenamente en que conocer la cultura y la literatura de otros pueblos allana el camino para la convivencia.
"Podemos imaginar perfectamente una solución donde todos los pueblos de la región, los israelíes, los palestinos y los de alrededor sean ganadores. Todo el mundo puede ser ganador, tener paz, prosperidad, seguridad...mucha gente cree en ello", asegura.
Así se expresa alguien que entiende que el mundo se "ha ido envenenando" en décadas de un conflicto que exacerba la tensión en el mundo, pero que cree que la paz es posible.
"Si me hubiera hecho esa pregunta hace dos años, le habría dicho que no. Si me pregunta dentro de dos años, quizá le diga que tampoco. Hoy tengo el sentimiento de que hay una perspectiva. No me atrevo a decir cuál es el porcentaje de posibilidades que le daría a la paz, pero es posible", afirma.
"Vivimos en un mundo en el que la gente se acuchilla sin conocerse. Necesitamos conocernos mucho más. Cuando conocemos la literatura de otros, no podemos seguir mirando a ese pueblo de la misma manera", reflexiona un escritor que creció en un entorno árabe-musulmán y que se educó en un colegio jesuita donde aprendió francés, el idioma en el que escribe.
Habla la voz de la experiencia de un apasionado por la historia que viene de una región "que ha conocido grandes momentos de gloria pero que actualmente atraviesa momentos difíciles".
La historia "nos da a la vez ejemplos de tolerancia y de intolerancia. Podemos encontrar ejemplos que nos muestran que la gente no puede vivir conjuntamente. Pero podemos encontrar ejemplos de lo contrario", analiza Maalouf, un pensador que en el diagnóstico intenta ser realista, pero optimista en la práctica.
"Cuando se trata de buscar soluciones, intento ser imaginativo", asegura.
Maalouf escribe en francés, y sus libros han sido traducidos a mumerosos idiomas. Recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela La Roca de Tanios. En su narrativa mezcla la realidad histórica con la ficción, y culturas diversas como la occidental y la oriental.
Ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en su edición de 2010
Amor de lejos año
Orígenes
El viaje a Baldassare
Samarcanda
León Africano
Las cruzadas vistas por los árabes
10 maneras de ser diferente de ser Laura
Sus propias palabras intento comprender la realidad sinceramente, sin ponerme orejeras para escuchar sólo lo que quiero oír. Una vez que hago el diagnóstico me digo que la realidad no es inmutable y que hay que transformarla, imaginar el mundo de otra manera y eventualmente reinventarlo", explica el literato en una entrevista con Efe.
Es el optimismo de un artista marcado por la guerra, que le llevó a cambiar su Beirut natal (1949) por París, ciudad en la que se instaló en 1976 y donde trabajó como corresponsal para la prensa árabe hasta que el periodista fue dejando paso al escritor que en el que se ha convertido.
"Para mí trabajar es escribir, desde que era niño. Vengo de un entorno en el que se escribía", dice Maalouf en el salón de su casa, en un clásico apartamento de un barrio residencial parisino, impregnado de olor a incienso y alfombras árabes, un soñador, que nunca para de "construir historias".
"A veces es incluso peligroso porque cuando empecé a conducir, podía perderme tanto en mis pensamientos que provocaba accidentes", recuerda Maalouf, autor de "León, el africano" o "Samarkanda".
Con el tiempo ha aprendido a contenerse. Si le surge una idea al volante, la vuelca en la pequeña libreta que lleva en el bolsillo y luego la transcribe con su ordenador.
Escribe temprano, cuando se siente más lúcido. A veces en su despacho, donde duerme enroscado un enorme gato al que Maalouf llama su "mejor asistente literario". Otras veces, encerrado en la casa que tiene en una pequeña isla al oeste de Francia, se levanta al amanecer y teclea hasta el medio día. Luego pasea o se entretiene en lecturas que no tengan nada que ver con su proceso creativo.
En su cabeza siempre está presente el convulso mundo en el que vive y que le lleva a centrarse en sus textos para buscar soluciones, dice un artista influenciado Leon Tolstoi, Thomas Mann, Stefan Zweig, Cicerón o Mark Twain.
Reflexivo y buen conversador, cree que "si hubiera mucha gente de buena voluntad, que intentase hablarse y comprenderse y no permanecer encerrados en una visión estrecha, las cosas irían mejor".
La literatura "puede ser una herramienta de paz porque puede imaginar un mundo diferente. Tenemos que reinventar el mundo. La literatura tiene la obligación de hacerlo, en todas las lenguas", asegura alguien que cree plenamente en que conocer la cultura y la literatura de otros pueblos allana el camino para la convivencia.
"Podemos imaginar perfectamente una solución donde todos los pueblos de la región, los israelíes, los palestinos y los de alrededor sean ganadores. Todo el mundo puede ser ganador, tener paz, prosperidad, seguridad...mucha gente cree en ello", asegura.
Así se expresa alguien que entiende que el mundo se "ha ido envenenando" en décadas de un conflicto que exacerba la tensión en el mundo, pero que cree que la paz es posible.
"Si me hubiera hecho esa pregunta hace dos años, le habría dicho que no. Si me pregunta dentro de dos años, quizá le diga que tampoco. Hoy tengo el sentimiento de que hay una perspectiva. No me atrevo a decir cuál es el porcentaje de posibilidades que le daría a la paz, pero es posible", afirma.
"Vivimos en un mundo en el que la gente se acuchilla sin conocerse. Necesitamos conocernos mucho más. Cuando conocemos la literatura de otros, no podemos seguir mirando a ese pueblo de la misma manera", reflexiona un escritor que creció en un entorno árabe-musulmán y que se educó en un colegio jesuita donde aprendió francés, el idioma en el que escribe.
Habla la voz de la experiencia de un apasionado por la historia que viene de una región "que ha conocido grandes momentos de gloria pero que actualmente atraviesa momentos difíciles".
La historia "nos da a la vez ejemplos de tolerancia y de intolerancia. Podemos encontrar ejemplos que nos muestran que la gente no puede vivir conjuntamente. Pero podemos encontrar ejemplos de lo contrario", analiza Maalouf, un pensador que en el diagnóstico intenta ser realista, pero optimista en la práctica.
"Cuando se trata de buscar soluciones, intento ser imaginativo", asegura.
lunes, 7 de junio de 2010
Hernán Rivera Letelier
El escritor chileno Hernán Rivera Letelier resultó ganador del décimo tercer Premio de Novela Alfaguara, uno de los más importantes de la literatura iberoamericana, por su novela "El arte de la resurrección", presentada con el seudónimo Manuel Madero.
La novela ganadora está ambientada en el desierto chileno, en las primeras décadas del siglo XX, y narra las andanzas de un iluminado, el "Cristo de Elqui". El jurado ha valorado el "aliento y la fuerza narrativa" que contiene la novela, así como "la creación de una geografía personal a través del humor, el surrealismo y la tragedia".
Poeta, cuentista y, sobre todo, novelista, Rivera Letelier (Talca, 1950) es uno de los escritores de mayor éxito de su país. Ha publicado, entre otras novelas, "La reina Isabel cantaba rancheras", "Himno del ángel parado en una pata", "Fatamorgana de amor con banda de música", "El fantasista", "Mi nombre es Malarrosa" y "La contadora de películas".
Galardonado en dos ocasiones con el Premio del Consejo Nacional del Libro, Rivera Letelier fue minero en las salitreras del desierto chileno de Atacama, "el más cabrón del mundo", como él suele decir, y en ese escenario ha situado varias de sus novelas. De joven, era el único minero que utilizaba la biblioteca de su pueblo. Comenzó a escribir a los 21 años, literalmente "por hambre", según él ha contado en más de una ocasión. A esa edad salió por primera vez del desierto y comenzó a recorrer su país.
Rivera ha dicho que, tendido en una playa, y con las tripas vacías, escuchó en una radio robada por un amigo que convocaban un concurso de poesía cuyo primer premio era una cena en un hotel de lujo. Le bajaron las musas de golpe y escribió un poema de amor de cuatro páginas, con el que ganó el certamen.
El premio está dotado de 175.000 dólares y fue anunciado hoy por el escritor español Manuel Vicent en Madrid, donde también se realizó un homenaje al recientemente fallecido escritor y periodista argentino Tomas Eloy Martínez, ganador en 2002 de ese galardón por su obra "El vuelo de la reina".
Al menos 539 manuscritos se presentaron para la XIII edición del premio, de los cuales, entre otros, 194 procedían de España, 102 de México, 100 de Argentina, 34 de Colombia, 25 de Estados Unidos, 23 de Ecuador, 17 de Perú, y 14 de Chile. El año pasado el premio Alfaguara fue para el escritor argentino radicado en España, Andrés Neuman, con la novela "El viajero del siglo".
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