Hoy es un personaje casi olvidado. Si acaso, encuentra acomodo en la esquina de alguna enciclopedia o disfrute en las páginas de un libro escrito por alguno de sus admiradores y, sin embargo, durante una corta pero intensa época, fue considerado todo un genio
. Émile Cohl falleció a principios de 1938 en un hospital de París prácticamente arruinado y olvidado, un triste final para quien es considerado como el padre de los dibujos animados. Cohl, seudónimo artístico que tomó Eugène Jean Louis Courtet, nacido en 1857, cuando decidió dedicarse al dibujo y la caricatura tras pasar a ser aprendiz del gran dibujante André Gill, abandonando de paso el taller de joyería en el que trabajaba, siempre estaba experimentando con nuevas técnicas.
No tardó mucho en sentir fascinación por el incipiente mundo del cine y, cómo no, se preguntó qué sucedería si se unía fotografía en movimiento con caricaturas. A lo largo de su carrera estrenó muchas películas de dibujos animados, con gran éxito, pero sin duda una de ellas es recordada especialmente. Fantasmagorie, la primera película de dibujos animados de la historia, estrenada el 17 de agosto de 1908 en París, fue todo un acontecimiento. No llega a los dos minutos de duración y, sin embargo, quienes asistieron por primera vez a su proyección, quedaron impresionados al ver los dibujos de Cohl moverse libremente en el espacio. Son 36 metros de película que cambiaron la historia y alumbraron el camino para muchos otros dibujantes que, a partir de entonces, soñaron con realizar grandes películas de dibujos animados. He aquí esta pequeña joya, Fantasmagorie.
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