Nació en Japón el 12 de febrero de 1912. Por razones de trabajo, sus padres permanecieron en la nación asiática. Estudió en el Liceo Alemán y posteriormente en la Escuela Militar. Recibido de subteniente en 1930, se retiró. Fue dirigente gremial de los escritores, secretario de redacción de la revista Atenea, periodista literario del diario Las Ultimas Noticias y revistas (Atenea, Occidente y Punto Final), funcionario civil del Ministerio de Defensa (Subsecretaria de Marina) y del Ministerio del Interior, agente de seguros, vendedor de libros y cuadros, taxista. La Unión Panamericana lo invitó a colaborar en la sección chilena. Fue Presidente de la Sociedad de Escritores de Chile. Obtuvo el Premio Municipal de Santiago en 1952 en Poesía (Áspera Brisa) y en cuento en 1959 (Murcila y otros cuentos). También fue galardonado con el Premio Atenea de la Universidad de Concepción por la novela Ultima Llama. Primer lugar en el concurso Cincuentenario de la revista Zig Zag por Regazo Amargo.
Libros publicados
Abunda la poesía y el ensayo en el elenco de su tarea literaria. El aporte novelístico es importante, todo lo cual habla muy bien del talento artístico del literato que nos preocupa.
Isla de música 1936
Lenguaje del Hombre 1938
Latitud 1940
Los egoístas 1941
Coloquio de los goces 1942
Romance de Balmaceda 1945
Muro de cal 1946
El chiquillo Blanco 1948
Áspera Brisa 1952
Murcila y otros cuentos 1953
Regazo Amargo 1955
Rumbo a Oceanía 1955
Duermevela de amor 1959
Panorama de la Literatura Chilena 1959
Ultima Llama 1959
La vida adulta 1962
Faena y Canto 1963
Los feroces Burgueses 1964
Matriarcado 1965
Perfil Humano de la literatura Chilena 1967
Las Hadas y los Diablos 1968
Las voces obstinadas 1969
El alba y su duelo 1971
Escritores laureados con el Premio Nacional de Literatura 1979
Universo privado 1985
Aurora y final del dia 1992
Amor y maleficio 1994
Epitafio y laureles 1994
Heredad de amor y duelo 1996
Episodios crueles 1997
Escritores de ayer y de hoy 1997
Hora de Salida 2001
El ramo de ortigas y otros cuentos 2002
Escritores chilenos de ayer y de hoy 2005
viernes, 10 de diciembre de 2010
jueves, 28 de octubre de 2010
León Tolstoi
León Tolstoi (1828-1910)
Nació el 9 de septiembre de 1828 en Yásnaia Polaina, una propiedad agrícola de su familia, en el sur de Moscú.
Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literariosEl muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educación, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrataEn 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.
Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artilleria.
El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.
Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir.
Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.
Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.
Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.
Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.
A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.
Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.
Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.
La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.
Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).
Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.
Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.
Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos."
En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano..
Nació el 9 de septiembre de 1828 en Yásnaia Polaina, una propiedad agrícola de su familia, en el sur de Moscú.
Escritor y ruso. Hijo del noble propietario y de la acaudalada princesa María Volkonski, Tolstói viviría siempre escindido entre esos dos espacios simbólicos que son la gran urbe y el campo, pues si el primero representaba para él el deleite, el derroche y el lujo de quienes ambicionaban brillar en sociedad, el segundo, por el que sintió devoción, era el lugar del laborioso alumbramiento de sus preclaros sueños literariosEl muchacho quedó precozmente huérfano, porque su madre falleció a los dos años de haberlo concebido y su padre murió en 1837. Pero el hecho de que después pasara a vivir con dos tías suyas no influyó en su educación, que estuvo durante todo este tiempo al cuidado de varios preceptores masculinos no demasiado exigentes con el joven aristócrataEn 1843 pasó a la Universidad de Kazán, donde se matriculó en la Facultad de Letras, carrera que abandonó para cursar Derecho. Estos cambios, no obstante, hicieron que mejorasen muy poco sus pésimos rendimientos académicos y probablemente no hubiera coronado nunca con éxito su instrucción de no haber atendido sus examinadores al alto rango de su familia Además, según cuenta el propio Tolstoi en Adolescencia, a los dieciséis años carecía de toda convicción moral y religiosa, se entregaba sin remordimiento a la ociosidad, era disoluto, resistía asombrosamente las bebidas alcohólicas, jugaba a las cartas sin descanso y obtenía con envidiable facilidad los favores de las mujeres. Regalado por esa existencia de estudiante rico y con completa despreocupación de sus obligaciones, vivió algún tiempo tanto en la bulliciosa Kazán como en la corrompida y deslumbrante ciudad de San Petersburgo.
Al salir de la universidad, en 1847, escapó de las populosas urbes y se refugió entre los campesinos de su Yasnaia Poliana natal, sufriendo su conciencia una profunda sacudida ante el espectáculo del dolor y la miseria de sus siervos. A raíz de esta descorazonadora experiencia, concibió la noble idea de consagrarse al mejoramiento y enmienda de las opresivas condiciones de los pobres, pero aún no sabía por dónde empezar. De momento, para dar rienda suelta al vigor desbordante de su espíritu joven decidió abrazar la carrera militar e ingresó en el ejército a instancias de su amado hermano Nicolás. Pasó el examen reglamentario en Tiflis y fue nombrado oficial de artilleria.
El enfrentamiento contra las guerrillas tártaras en las fronteras del Cáucaso tuvo para él la doble consecuencia de descubrirle la propia temeridad y desprecio de la muerte y de darle a conocer un paisaje impresionante que guardará para siempre en su memoria. Enamorado desde niño de la naturaleza, aquellos monumentales lugares grabaron en su ánimo una nueva fe panteísta y un indeleble y singular misticismo.
Al estallar la guerra de Crimea en 1853, pidió ser destinado al frente, donde dio muestras de gran arrojo y ganó cierta reputación por su intrepidez, pero su sensibilidad exacerbada toleró con impaciencia la ineptitud de los generales y el a menudo baldío heroísmo de los soldados, de modo que pidió su retiro y, tras descansar una breve temporada en el campo, decidió consagrarse por entero a la tarea de escribir.
Lampiño en su época de estudiante, mostachudo en el ejército y barbado en la década de los sesenta, la estampa que se hizo más célebre de Tolstoi es la que lo retrata ya anciano, con las luengas y pobladas barbas blancas reposando en el pecho, el enérgico rostro hendido por una miríada de arrugas y los ojos alucinados. Pero esta emblemática imagen de patriarca terminó por adoptarla en su excéntrica vejez tras arduas batallas para reformar la vida social de su patria, empresa ésta jalonada en demasiadas ocasiones por inapelables derrotas.
Durante algún tiempo viajó por Francia, Alemania, Suiza..., y de allí se trajo las revolucionarias ideas pedagógicas que le moverían a abrir una escuela para pobres y fundar un periódico sobre temas didácticos al que puso por nombre Yasnaia Poliana. La enseñanza en su institución era completamente gratuita, los alumnos podían entrar y salir de clase a su antojo y jamás, por ningún motivo, se procedía al más mínimo castigo. La escuela estaba ubicada en una casa próxima a la que habitaba Tolstoi y la base de la enseñanza era el Antiguo Testamento.
Pronto fue imitada por otras, pero su peligrosa novedad, junto a los ataques del escritor contra la censura y a su reivindicación de la libertad de palabra para todos, incluso para los disidentes políticos, despertó las iras del gobierno que a los pocos años mandó cerrarla. Era uno de los primeros reveses de su proyecto reformador y uno de los primeros encontronazos con las fuerzas vivas de Rusia, aunque no sería el único. Sus discrepancias con la Iglesia Ortodoxa también se hicieron notorias al negar abiertamente su parafernalia litúrgica, denunciar la inútil profusión de iconos, los enrarecidos ambientes con olor a incienso y la hipocresía y superficialidad de los popes.
Además, cargó contra el ejército basándose en el Sermón de la Montaña y recordando que toda forma de violencia era contraria a la enseñanza de Cristo, con lo que se ganó la enemistad juramentada no sólo de los militares sino del propio zar. Incluso sus propios siervos, a los que concedió la emancipación tras el decreto de febrero de 1861, miraron siempre a Tostoi, hombre tan bondadoso como de temperamento tornadizo, con insuperable suspicacia.
A pesar de ser persona acostumbrada a meditar sobre la muerte, el trágico fallecimiento de su hermano Nicolás, acaecido el 20 de septiembre de 1860, le produjo una extraordinaria conmoción y, al año siguiente, se estableció definitivamente en Yasnaia Poliana. Allá trasladará en 1862 a su flamante esposa Sofía Behrs, hija de un médico de Moscú con quien compartió toda su vida y cuya abnegación y sentido práctico fue el complemento ideal para un hombre abismado en sus propias fantasías.
Sofía era entonces una inocente muchacha de dieciocho años, deslumbrada por aquel experimentado joven de treinta y cuatro que tenía a sus espaldas un pasado aventurero y que además, con imprudente sinceridad, quiso que conociese al detalle sus anteriores locuras y le entregó el diario de su juventud donde daba cuenta de sus escandalosos desafueros y flirteos. Con todo, aquella doncella que le daría trece hijos, no titubeó ni un momento y aceptó enamorada la proposición de unir sus vidas, contrato que, salvando períodos tormentosos, habría de durar casi medio siglo.
Merced a los cuidados que le prodigaba Sofía en los primeros y felices años de matrimonio, Tolstoi gozó de condiciones óptimas para escribir su asombroso fresco histórico titulado Guerra y paz, la epopeya de la invasión de Rusia por Napoleón en 1812, en la que se recrean nada menos que las vidas de quinientos personajes. El abultado manuscrito fue pacientemente copiado siete veces por la esposa a medida que el escritor corregía; también era ella quien se ocupaba de la educación de los hijos, de presentar a las niñas en sociedad y de cuidar del patrimonio familiar.
La construcción de este monumento literario le reportó inmediatamente fama en Rusia y en Europa, porque fue traducido enseguida a todas las lenguas cultas e influyó notablemente en la narrativa posterior, pero el místico patriarca juzgó siempre que gozar halagadamente de esta celebridad era una nueva forma de pecado, una manera indigna de complacerse en la vanidad y en la soberbia.
Si Guerra y paz había comenzado a publicarse por entregas en la revista El Mensajero Ruso en 1864 y se concluyó en 1869, muchas fueron después las obras notables que salieron de su prolífica pluma y cuya obra completa puede llenar casi un centenar de volúmenes. La principal de ellas es Ana Karenina (1875-1876), donde se relata una febril pasión adúltera, pero también son impresionantes La sonata a Kreutzer (1890), curiosa condenación del matrimonio, y la que es acaso más patética de todas: La muerte de Iván Ilich (1885).
Al igual que algunos de sus personajes, el final de Tolstoi tampoco estuvo exento de dramatismo y el escritor expiró en condiciones bastante extrañas. Había vivido los últimos años compartiendo casi todo su tiempo con depauperados campesinos, predicando con el ejemplo su doctrina de la pobreza, trabajando como zapatero durante varias horas al día y repartiendo limosna. Muy distanciado de su familia, que no podía comprender estas extravagancias, se abstenía de fumar y de beber alcohol, se alimentaba de vegetales y dormía en un duro catre.
Por último, concibió la idea de terminar sus días en un retiro humilde y el octogenario abandonó su hogar subrepticiamente en la sola compañía de su acólito el doctor Marivetski, que había dejado su rica clientela de la ciudad para seguir los pasos del íntegro novelista. Tras explicar sus razones en una carta a su esposa, partió en la madrugada del 10 de noviembre de 1910 con un pequeño baúl en el que metió su ropa blanca y unos pocos libros.
Durante algunos días nada se supo de los fugitivos, pero el 14 Tolstoi fue víctima de un grave ataque pulmonar que lo obligó a detenerse y a buscar refugio en la casa del jefe de estación de Astapovo, donde recibió los cuidados solícitos de la familia de éste. Sofía llegó antes de que falleciera, pero no quiso turbar la paz del moribundo y no entró en la alcoba hasta después del final. Le dijeron, aunque no sabemos si la anciana pudo encontrar consuelo en esa filantropía tan injusta para con ella, que su últimas palabras habían sido: "Amo a muchos."
En cierto modo, la biografía de León Tolstoi constituye una infatigable exploración de las claves de esa sociedad plural y a menudo cruel que lo rodeaba, por lo que consagró toda su vida a la búsqueda dramática del compromiso más sincero y honesto que podía establecer con ella. Aristócrata refinado y opulento, acabó por definirse paradójicamante como anarquista cristiano, provocando el desconcierto entre los de su clase; creyente convencido de la verdad del Evangelio, mantuvo abiertos enfrentamientos con la Iglesia Ortodoxa y fue excomulgado; promotor de bienintencionadas reformas sociales, no obtuvo el reconocimiento ni la admiración de los radicales ni de los revolucionarios; héroe en la guerra de Crimea, enarboló después la bandera de la mansedumbre y la piedad como las más altas virtudes; y, en fin, discutible y discutido pensador social, nadie le niega hoy haber dado a la imprenta una obra literaria inmensa, una de las mayores de todos los tiempos, donde la epopeya y el lirismo se entreveran y donde la guerra y la paz de los pueblos cobran realidad plásticamente en los lujosos salones y en los campos de batalla, en las ilusiones irreductibles y en los furiosos tormentos del asendereado corazón humano..
martes, 19 de octubre de 2010
Nicanor Plaza
Los enigmas del olvidado maestro de la escultura chilena
Murió en el abandono absoluto en Florencia, pero se lo considera uno de los padres de la escultura chilena, autor de obras emblemáticas, como la estatua de Andrés Bello y el controvertido "Caupolicán". El interés en este escultor, marcado por un halo trágico, revive en estos días.
Un humilde espacio en el cementerio Trespiano de Florencia -nicho 75, parte del cuadrado "H"- ha albergado desde 1918 los restos mortales de Nicanor Plaza. Una pulmonía fulminante lo mató en 48 horas, aunque también hay teorías que dicen que fue influenza, cuya epidemia mató en esa época a 20 millones de personas en Europa y Estados Unidos. Lo llevaron al hospital los administradores de la casa en que arrendaba una pieza y murió en total soledad. Fue un triste final para el promisorio muchacho apadrinado por Benjamín Vicuña Mackenna y Matías Cousiño, quien a los 19 años fue becado para estudiar en París, donde su talento le significó premios y encargos.
Se trata del primer gran escultor chileno. Por sus relevantes cualidades y reconocimientos artísticos, puede ser considerado una figura fundacional en nuestra escultura. Además de los méritos de su obra escultórica, destaca también por su labor docente", dice el escultor Francisco Gazitúa. "Es increíble que no haya ni siquiera una monografía dedicada a él".
"Cuando Plaza asume la cátedra de Escultura, la enseñanza de esta disciplina estaba en una etapa de gestación en el país. No había tradición pedagógica y los recursos eran escasos. El maestro chileno, que sucede al francés Auguste François, demostró talento artístico y liderazgo en la enseñanza. A él debemos la formación de la primera promoción de grandes escultores chilenos", agrega Pedro Zamorano, historiador del arte y académico de la Universidad de Talca, quien lidera un proyecto Fondecyt que Virginio Arias -autor de la estatua "El roto chileno"- fue su discípulo más destacado (Plaza incluso lo apoyó para que viajara a Europa). Arias es autor de un hermoso busto que retrata a su maestro y que constituye uno de los pocos testimonios del rostro de Plaza, cuya vida se difumina entre enigmas y episodios poco aclarados. Curiosamente, ambos compartieron una vida dedicada al arte y una muerte en la pobreza y el abandono. Plaza murió en Florencia, en total soledad, y Virginio Arias en Santiago, ciego y en la miseria.
Renca-París
Cómo llega este muchacho de Renca al deslumbrante París del siglo XIX? Cuesta dar con datos certeros de la vida de Plaza, pero varios fuentes refieren su nacimiento en una familia campesina de Renca, el "cordón chacarero" de Santiago. Por su habilidad manual y artística, Plaza -un niño de sólo 10 años- se emplea en la sombrerería que regentaba un ciudadano francés, monsieur Bayle. En la sombrerería lo habría conocido el artista Auguste François, quien impartía la primera cátedra de Escultura en Chile. A los 14 años, Plaza ingresa a la clase de François, quien decide apadrinarlo, admirado por su talento. Pocos años después, Plaza recibe una pensión del Gobierno chileno para estudiar en París, gracias a la ayuda de Matías Cousiño. En Francia ingresa a la llamada "Grande École" -L'École des Beaux-Arts- que ya tenía 200 años de trayectoria y donde el mismísimo Rodin reprobó una vez su examen de ingreso. "Ser admitido allí equivalía a contarse entre los mejores escultores jóvenes del mundo", relata Francisco Gazitúa.
En París colabora en el taller de François Jouffroy y de Carrier-Belleuse, quien realizó la estatua de O'Higgins que se sitúa en la Plaza de la Ciudadanía. Los buenos resultados lo llevan luego a abrir su propio taller, donde esculpe algunas de sus obras más conocidas como el "Caupolicán" y "El jugador de chueca". En 1871, deja una promisoria carrera en Francia para retornar a Chile y asume la cátedra de Escultura de la Academia de Bellas Artes.
Un arte popularLas creaciones de Plaza en bronce y mármol se enmarcan dentro de los últimos frutos de una escultura más "académica", pero que tenía una fuerte presencia en la vida cotidiana por estar emplazada en lugares públicos. "La obra de Plaza es diversa y evidencia un fino dominio de la técnica. En algunas de sus esculturas, como 'La quimera', se evidencian rasgos academicistas más evidentes. En otras obras, como 'Prólogo', 'Epílogo' y, sobre todo 'Caupolicán' se acentúa un mayor dinamismo, que define notas más fuertes de expresividad. Otras, como 'El jugador de chueca', se relacionan con un naturalismo más descriptivo".
Para Francisco Gazitúa, "en su género -tipología de escultura 'sedente'- la estatua de Andrés Bello es una de las obras más significativas realizadas en el país. "Caupolicán y Andrés Bello están entre las mejores esculturas realizadas por chilenos".
Una de las grandes deudas con Plaza es un inventario de su obra. "La escasez de información revela una subvaloración de ese período por parte de la mayoría de los teóricos del arte. La 'escultura académica' es considerada por muchos como un período decadente, casi una prisión, un mundo de reglamentos y proporciones que tenía como referente los modelos grecolatinos", dice Gazitúa.
El mismo Gazitúa retruca esas críticas. "El campo estatuario, con todos sus bigotes, sables y caballos fue una manera de hacer que los propios escultores abandonamos. Mi impresión es que, si bien ganamos libertad, lo perdimos casi todo. La función conmemorativa de la escultura, su lado 'ornamental', en mobiliario urbano, su relación con la muerte en cementerios, todo el arte religioso, los memoriales. Esos campos pertenecieron a los escultores desde siempre y hoy son tratados con recelo, o casi con vergüenza en las escuelas de arte. La escultura hasta el período estatuario fue un arte profundamente popular, cumplíamos una función social y vivíamos de eso".
Las pistas de su muerte
En Chile, Plaza se desempeña como maestro de escultura por casi veinte años, formando a los escultores de la generación que seguirá su camino artístico, entre ellos Virginio Arias, Arturo Blanco, Carlos Lagarrigue, Ernesto Concha, Guillermo Córdova y Simón González (hermano de Juan Francisco, el pintor). Luego decide dejar Chile y radicarse en Florencia, marcado por la amargura, al sentirse incomprendido y solitario en el cultivo de su arte.
A Florencia llega un escultor cansado (tenía 55 años y una dolorosa artritis), pero que se radica allí por cerca de 18 años, un período de su vida del que se desconoce casi todo. En especial si produjo obras, lo que parece lógico si se toma en cuenta que arrendaba un espacio para trabajar. ¿Qué se hicieron las esculturas que puede haber creado en ese último período? Misterio. Sólo hay huellas de un encargo del Gobierno de Chile.
"Los documentos oficiales de que disponemos indican que Nicanor Plaza fue comisionado para realizar una obra titulada 'Heroínas de la Independencia de Chile', que no habría superado el nivel de bocetos y yesos. Sabemos que hacia 1930 los yesos estaban aún en una bodega en Florencia, pero el rastro se pierde después", relata Julio Cordano, parte del equipo de la Embajada chilena en Italia que ha trabajado en la pesquisa de sus restos.
El inventario de los bienes de Plaza habla de su modesta vida en Florencia. Documenta la existencia de dos chales, ropa, pañuelos, herramientas de trabajo, un par de botellas de chianti y tres relojes. De hecho, hay versiones que dicen que la escultora Rebeca Matte, que vivía en la misma ciudad, lo auxilió en algunas ocasiones.
"Sabemos que en Florencia arrendaba una pieza en el centro de la ciudad y vivía a pocos metros del Duomo. También arrendaba un taller hacia las afueras de la ciudad, donde pasaba la mayor parte del tiempo", dice Cordano.
La muerte fulminante del artista se produce el 7 de diciembre de 1918. "A través de las autoridades de la Toscana logramos una copia del certificado de defunción del artista, que finalmente da luz sobre la fecha de su fallecimiento. Había distintas versiones, por lo que creemos que es un aporte esclarecedor", explican desde la Embajada de Chile en Roma.
Con posterioridad a su muerte, ante la ausencia de familiares que reclamaran sus derechos, el Estado de Chile se declaró heredero universal de sus bienes en Italia, en un proceso que estuvo marcado por irregularidades y dudas sobre la forma en que se desarrolló la operación.
Hoy la idea es recuperar el legado del solitario escultor. "La huella de don Nicanor nos deja como desafío la recuperación del papel del escultor en la vida de nuestra ciudad", reflexiona Francisco Gazitúa. "Creemos que la publicación que estamos preparando, que recopilará su obra por primer vez -casi 100 años después de su muerte- cumplirá la función de reponer la estatuaria en el corazón y origen de la escultura chilena".
Caupolicán: Mohicano-mapuche
Nicanor Plaza tenía sólo 24 años cuando trabajó en la estatua conocida como "Caupolicán", tal vez su obra más famosa. La escultura ha sido alabada por su emplazamiento en el cerro Santa Lucía (sobre una roca, con la ciudad como fondo) y por la tensión que emana de la figura alerta y vigilante, estructurada en torno a ejes diagonales.
La temática, en cambio, ha sido objeto de eternas controversias. Su atuendo y facciones, por cierto, no corresponden a la tipología mapuche. La obra fue realizada por Plaza en París, para un concurso que buscaba una personificación del héroe de la novela " El último mohicano" de Fenimore Cooper . No habría tenido éxito y la estatua viaja a Chile, donde, según Liisa Flora Voionmaa -autora de "Escultura pública. Santiago 1792-2004"- obtiene la máxima distinción en la Exposición de arte e industria de 1872 . Para las celebraciones del Centenario se emplaza en el Santa Lucía. El crítico Richon-Brunet dijo en su momento que la estatua no sólo simbolizaba la epopeya araucana, sino toda la raza indígena de América, según cita la obra de Voionmaa.
Por sus obras lo conoceréis
Muchos chilenos desconocen quién fue Nicanor Plaza, pero es difícil que no hayan observado alguna vez sus obras. En el interior de la casa central de la Universidad de Chile está su famosa estatua de Andrés Bello realizada en mármol (la que está en la calle es copia del original, en su factura participó Samuel Román). En el frontis de la universidad, por Alameda, se emplazan relieves alegóricos en bronce, también realizados por el escultor.
En el cerro Santa Lucía se ubica la estatua original de Caupolicán y en el interior del Teatro Municipal están " Prólogo " y " Epílogo " . En el Museo de Bellas Artes están sus esculturas " Jugador de Chueca " y " Quimera " .
El escultor francés Carrier-Belleuse es el autor de la figura ecuestre de O'Higgins ubicada en la plaza de la Ciudadanía. Nicanor Plaza fue su ayudante en París y es el autor de dos de los relieves en bronce del pedestal de la estatua, "Combate de El Roble" y "La abdicación de O'Higgins" . En el bandejón central de la Alameda se emplaza un busto de José Miguel Infante . El monumento a los escritores de la Independencia está en el Parque Forestal. En las cuatro caras de la base de un obelisco, están los rostros esculpidos de Manuel de Salas, Camilo Henríquez, José Miguel Infante y Manuel José Gandarillas. En la plaza Tirso de Molina se ubica un obelisco con las caras de cuatro historiadores de la Independencia. Otras obras son su hermosa estatua dedicada a Juan Martínez de Rozas (emplazada en Concepción), un "Hércules" , una "Susana" y una " Bacante " , una figura de Arturo Prat y de Bilbao . Hay textos que relatan que sólo entre 1875 y 1897 Plaza ejecutó ¡93 obras! Desgraciadamente, se desconoce el destino de buena parte de su producción.
sábado, 25 de septiembre de 2010
Jairo Anibal Niño
Gran escritor originario de Moniquira, que dedico toda su vida a la literatura infantil, entre sus obras mas conocidas están "Zoro" (ganadora del premio Enka), "La alegría de querer", "Toda la vida" y "Preguntario".
Las obras de Jairo Aníbal Niño perduraran en el tiempo, no solo su estética es memorable, sus historias fascinantes comprenden los sueños infantiles, los niños se hunden en sus historias y los padres, que recuerdan sus obras con cariño recurren a ellas para el acercamiento con sus hijos. Jairo Aníbal Niño es considerado, después de Rafael Pombo, el autor que mejor interpreto la psicología infantil.
Es una perdida muy grande para la literatura y para el mundo, recuerdo con nostalgia la obra Zoro, que encontraba en todas las bibliotecas de los colegios en que estudie y que leí múltiples veces. Aun ahora este autor me es muy cercano, porque estoy ayudando a montar una de sus obras "Montecalvo",que trata el horror de la guerra.
Este boyacense, quien nació en Moniquirá en 1941, está considerado como uno de los más representativos escritores latinoamericanos de la literatura infantil.
"Millones de niños han leído a Jairo Aníbal Niño porque es una literatura corta y hechizada, en la que no hay narcotráfico ni violencia", dijo el también escritor boyacense Fernando Ayala Poveda.
Manifestó que Jairo Aníbal Niño a lo largo de su vida desarrolló una poética narrativa en torno al bosque.
"Sus héroes siempre encarnaron niños y animales muy específicos. La ternura es el centro de su obra, al igual que el asombro y la memoria", dijo Ayala.
Agregó que el legado de Niño lo heredan, además de él, los escritores colombianos Triunfo Arciniegas, Celso Román y Fanny Buitrago, quienes aprendieron de Jairo Aníbal el lenguaje para llegarles a los niños.
El profesor Rubén Darío Flórez Arcila, docente del Departamento de Lingüística de la Universidad Nacional, afirmó que con su manera de ver las cosas, de nombrarlas y sentirlas, supo conectarse con el corazón de los niños.
Niño escribió cerca de 40 obras, entre estas La alegría de querer, Safari en el rostro (libro de poemas), Puro pueblo, De las alas caracolí, Las bodas de lata o El baile de los arzobispos, El monte calvo, Los inquilinos de la ira, El rescate, El sol subterráneo, El manantial de las fieras y El último asalto.
Orfeo y la cosmonauta
Textos infantiles / Literatura infantil / Cuentos por edades / Cuentos 5-9 años
El hilo que une estas historias es el amor, la complicidad de la ternura en los personajes traídos por Jairo Aníbal Niño de los mitos a la vida cotidiana. En el territorio de este libro una mitología puede dar origen a otra, gracias a que la fantasía siempre ha existido y siempre existirá. De esta manera, nos encontramos con aviones volando bajo en los potreros donde pasta Pegaso; con pájaros que unen en el tiempo a Homero y a Borges; con el canto de Orfeo a través del grifo del agua, con las invenciones de aparatos aéreos hechos por Hermes a lo largo del tiempo. La búsqueda de la felicidad, constante en los libros de nuestro autor, encuentra en esta ocasión a Pegaso, el caballo alado, y por medio de este hechizo podremos montar en sus lomos para revolotear por las historias que aguardan aquí, impacientes a que los osados lectores se atrevan a volar y queden, como nosotros al final del viaje, llenos de ternura y con una sonrisa en los labios.
Las obras de Jairo Aníbal Niño perduraran en el tiempo, no solo su estética es memorable, sus historias fascinantes comprenden los sueños infantiles, los niños se hunden en sus historias y los padres, que recuerdan sus obras con cariño recurren a ellas para el acercamiento con sus hijos. Jairo Aníbal Niño es considerado, después de Rafael Pombo, el autor que mejor interpreto la psicología infantil.
Es una perdida muy grande para la literatura y para el mundo, recuerdo con nostalgia la obra Zoro, que encontraba en todas las bibliotecas de los colegios en que estudie y que leí múltiples veces. Aun ahora este autor me es muy cercano, porque estoy ayudando a montar una de sus obras "Montecalvo",que trata el horror de la guerra.
Este boyacense, quien nació en Moniquirá en 1941, está considerado como uno de los más representativos escritores latinoamericanos de la literatura infantil.
"Millones de niños han leído a Jairo Aníbal Niño porque es una literatura corta y hechizada, en la que no hay narcotráfico ni violencia", dijo el también escritor boyacense Fernando Ayala Poveda.
Manifestó que Jairo Aníbal Niño a lo largo de su vida desarrolló una poética narrativa en torno al bosque.
"Sus héroes siempre encarnaron niños y animales muy específicos. La ternura es el centro de su obra, al igual que el asombro y la memoria", dijo Ayala.
Agregó que el legado de Niño lo heredan, además de él, los escritores colombianos Triunfo Arciniegas, Celso Román y Fanny Buitrago, quienes aprendieron de Jairo Aníbal el lenguaje para llegarles a los niños.
El profesor Rubén Darío Flórez Arcila, docente del Departamento de Lingüística de la Universidad Nacional, afirmó que con su manera de ver las cosas, de nombrarlas y sentirlas, supo conectarse con el corazón de los niños.
El alcalde de Moniquirá, Wilson Rubiano, lamentó la muerte del escritor, de quien dijo que fue un insigne representante de la raza boyacense.
El Mandatario declaró tres días de duelo en la población y ordenó izar la bandera del municipio a media asta.
El gobierno departamental de Boyacá también lamentó la desaparición de Niño y ofreció sus condolencias a la familia del escritor.
Niño, de 69 años, incursionó desde muy joven en las artes plásticas, más exactamente en la pintura. Hizo parte del grupo de pintores La Mancha y después fue actor, director de teatro, titiritero y dramaturgo. Después descubrió en las letras su verdadera vocación.
Jairo Aníbal Niño fue director de la Biblioteca Nacional de Colombia y catedrático de varias universidades del país.
Con su obra Zoro ganó el Premio Enka de Literatura Infantil en 1977.
En el 2008 recibió el Premio Nacional de Literatura de la revista Libros y Letras, por votación de sus lectores.
"La relación del hombre con la divinidad está fundada en el color verde. Boyacá es donde el verde es más
verde y donde más verdes hay, de ahí viene la inclinación de Jairo Aníbal por el bosque, que es el que permite que exista el verde de la naturaleza", dijo Ayala Poveda.Niño escribió cerca de 40 obras, entre estas La alegría de querer, Safari en el rostro (libro de poemas), Puro pueblo, De las alas caracolí, Las bodas de lata o El baile de los arzobispos, El monte calvo, Los inquilinos de la ira, El rescate, El sol subterráneo, El manantial de las fieras y El último asalto.
Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, alemán, portugués, finlandés, eslovaco y chino. Como conferencista y director de talleres desarrollo su trabajo en Colombia, México, Venezuela, España, Costa Rica, Uruguay y Argentina, e igualmente fue catedrático en varias universidades del país y director de la Biblioteca Nacional de Colombia.
Orfeo y la cosmonauta
Textos infantiles / Literatura infantil / Cuentos por edades / Cuentos 5-9 años
El hilo que une estas historias es el amor, la complicidad de la ternura en los personajes traídos por Jairo Aníbal Niño de los mitos a la vida cotidiana. En el territorio de este libro una mitología puede dar origen a otra, gracias a que la fantasía siempre ha existido y siempre existirá. De esta manera, nos encontramos con aviones volando bajo en los potreros donde pasta Pegaso; con pájaros que unen en el tiempo a Homero y a Borges; con el canto de Orfeo a través del grifo del agua, con las invenciones de aparatos aéreos hechos por Hermes a lo largo del tiempo. La búsqueda de la felicidad, constante en los libros de nuestro autor, encuentra en esta ocasión a Pegaso, el caballo alado, y por medio de este hechizo podremos montar en sus lomos para revolotear por las historias que aguardan aquí, impacientes a que los osados lectores se atrevan a volar y queden, como nosotros al final del viaje, llenos de ternura y con una sonrisa en los labios.
miércoles, 22 de septiembre de 2010
Jenaro Prieto
Jenaro Prieto nació en Santiago en 1889.
Titulado de abogado, prefirió dedicarse al periodismo, con artículos de incisivo humor, publicados especialmente en "El Diario Ilustrado".
También se dedicó a la política, siendo elegido diputado en 1932. Dedicado a escribir, fue autor de novelas como "Un muerto de mal criterio" y "El socio".
Esta última es una fantasía sobre los negocios en la que el protagonista se inventa un socio inglés, a cuya sombra prosperaba hasta que, harto de tanto elogio al ficticio genio, finge romper con él, y entonces se ve en la ruina y es abandonado por todos... Enloquece y exclama: "¡Soy una mentira... una mentira que ha crecido y tomado cuerpo..! ¡No hay nada más difícil que matar una mentira!"
También escribió “La casa vieja” (1957), otra novela humorística.
Este humorismo, a veces macabro, lo han seguido otros escritores, como Enrique Araya, Fabal (Fabio Valdés), Jorge Délano, etc.
Prieto publicó varias recopilaciones de artículos con los títulos “Pluma en ristre” (1925), “Con sordina” (1930) y “Humo de pipa” (1955)
Según algunos, Jenaro Prieto es un capítulo aparte de nuestra literatura, y respecto a su pluma afirman que, “aunque su humorismo pueda relacionarse con la gracia de José Joaquín Vallejo, hay mayor riqueza de matices en la ironía de Jenaro Prieto y un contenido ideológico más amplio. Su malicia es más refinada. Su carácter equilibrado le permite detenerse dentro de la agresividad de los artículos de corte político”.
Debido al éxito que logra con sus artículos periodísticos, decide escribir "Un muerto de mal criterio", experimento novelístico que le prepara el terreno a "El socio".
"El Socio", escribe Roque Esteban Scarpa, tiene un humorismo despiadado también para con sus personajes, con sus aspiraciones, éxitos y fracasos. Hay una especie de fatalismo que les mueve, y al que no se pueden sustraer, como si carecieran de voluntad. Son personajes con alma trizada, se podría decir. En el tono realista de la obra campea la única nota de extrarrealismo, que es la lucha entre Julián Pardo y el ente de ficción, el socio, creado por su imaginación en un momento de apuro. El triunfo del ser imaginado sobre el ser real da el último tono de angustia a esta obra, en la cual su humorismo fluctúa entre la caricatura y la tragedia".
Jenaro Prieto falleció en Santiago en 1946.
Titulado de abogado, prefirió dedicarse al periodismo, con artículos de incisivo humor, publicados especialmente en "El Diario Ilustrado".
También se dedicó a la política, siendo elegido diputado en 1932. Dedicado a escribir, fue autor de novelas como "Un muerto de mal criterio" y "El socio".
Esta última es una fantasía sobre los negocios en la que el protagonista se inventa un socio inglés, a cuya sombra prosperaba hasta que, harto de tanto elogio al ficticio genio, finge romper con él, y entonces se ve en la ruina y es abandonado por todos... Enloquece y exclama: "¡Soy una mentira... una mentira que ha crecido y tomado cuerpo..! ¡No hay nada más difícil que matar una mentira!"
También escribió “La casa vieja” (1957), otra novela humorística.
Este humorismo, a veces macabro, lo han seguido otros escritores, como Enrique Araya, Fabal (Fabio Valdés), Jorge Délano, etc.
Prieto publicó varias recopilaciones de artículos con los títulos “Pluma en ristre” (1925), “Con sordina” (1930) y “Humo de pipa” (1955)
Según algunos, Jenaro Prieto es un capítulo aparte de nuestra literatura, y respecto a su pluma afirman que, “aunque su humorismo pueda relacionarse con la gracia de José Joaquín Vallejo, hay mayor riqueza de matices en la ironía de Jenaro Prieto y un contenido ideológico más amplio. Su malicia es más refinada. Su carácter equilibrado le permite detenerse dentro de la agresividad de los artículos de corte político”.
Debido al éxito que logra con sus artículos periodísticos, decide escribir "Un muerto de mal criterio", experimento novelístico que le prepara el terreno a "El socio".
"El Socio", escribe Roque Esteban Scarpa, tiene un humorismo despiadado también para con sus personajes, con sus aspiraciones, éxitos y fracasos. Hay una especie de fatalismo que les mueve, y al que no se pueden sustraer, como si carecieran de voluntad. Son personajes con alma trizada, se podría decir. En el tono realista de la obra campea la única nota de extrarrealismo, que es la lucha entre Julián Pardo y el ente de ficción, el socio, creado por su imaginación en un momento de apuro. El triunfo del ser imaginado sobre el ser real da el último tono de angustia a esta obra, en la cual su humorismo fluctúa entre la caricatura y la tragedia".
Jenaro Prieto falleció en Santiago en 1946.
martes, 14 de septiembre de 2010
Independencia de Chile
Por qué celebramos el 18 de septiembre
El 18 de septiembre de 1810, se produce la primera junta nacional de gobierno, que pretendía gobernar el
Con la 1º junta nacional de gobierno, Chile empieza a buscar su independencia, las causas, la ilustrasión en europa, las ideas liberales y el deseo de liberación. Con esta
Pero la independencia de Chile se oficializa en el gobierno de Bernardo O'higgins el 12 de febrero de 1818.
Lo que ocurrió el 18 de Septiembre de 1810, se había gestado por varias razones, y la más importante de ellas era el descontento de las colonias americanas por el alza de impuestos por parte de España, como única forma de solventar a la desfinanciada casa reinante de los Borbón. A lo anterior, hay que agregar la invasión de Napoleón a la península ibérica en 1808, que descabezó a la Corona Española, al abdicar Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII, quien fue puesto en cautiverio asumiendo el poder José Bonaparte.
Todo lo anterior, generó un creciente descontento en las colonias americanas de España, las cuales empezaron a ver la posibilidad de separarse de la Corona. Chile no quedó ajeno a estos aires independentistas, y el 18 de Septiembre de 1810 inició su camino hacia la libertad.
viernes, 3 de septiembre de 2010
Carmen Luisa Letelier
Por decisión unánime, el jurado presidido por el Ministro de Educación, Joaquín Lavín, designó hoy como Premio Nacional de Artes Musicales 2010, a Carmen Luisa Letelier.
La ganadora es actualmente cantante solista y profesora de canto en el Departamento de Música de la Facultad de Arte de la Universidad de Chile. Cursó sus estudios en dicha institución, donde obtuvo su título de Intérprete Superior con Mención en Canto en 1979.
El Ministro Lavín informó que la decisión del jurado se basó en “la excelencia como intérprete de la premiada, la amplitud de su labor en términos de la música antigua, clásico-romántica, contemporánea, internacional y nacional respectivamente. Igualmente, se destaca la variedad de géneros cultivados desde el lied hasta la ópera, así como por su labor en la formación de jóvenes en la música y por la amplia difusión de la música de creadores chilenos y latinoamericanos en el país y en el extranjero”.
El jurado estuvo conformado por Joaquín Lavín Infante, Ministro de Educación; Víctor Pérez Vera, Rector Universidad de Chile; Américo Giusti Muñoz, Académico Escuela de Música Universidad de Talca, Representante del Consejo de Rectores; Luis Merino Montero, Representante Academia Chilena de Bellas Artes del Instituto de Chile
La galardonada, Carmen Luisa Letelier, recibirá como premio un monto de 16 millones de pesos y una pensión vitalicia de 20 UTM (aproximadamente 700 mil pesos mensuales). Además, en su nombramiento, se le entregó un certificado de galardón, que la acredita como Premio Nacional de Artes Musicales 2010.
lunes, 26 de julio de 2010
La flor de Lirolay
Este era un rey ciego que tenía tres hijos. Una enfermedad desconocida le había quitado la vista y ningún remedio de cuantos le aplicaron pudo curarlo. Inútilmente habían sido consultados sabios más famosos.
Un día llegó al palacio, desde un país remoto, un viejo mago conocedor de la desventura del soberano. Le observó, y dijo que sólo la flor del lirolay, aplicada a sus ojos, obraría el milagro. La flor del lirolay se abría en tierras muy lejanas y eran tantas y tales las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba casi imposible conseguirla.
Los tres hijos del rey se ofrecieron para realizar la hazaña. El padre prometió legar la corona del reino al que conquistara la flor del lirolay.
Los tres hermanos partieron juntos. Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual por el suyo. Se marcharon con el compromiso de reunirse allí mismo el día en que se cumpliera un año, cualquiera fuese el resultado de la empresa.
Los tres llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, que daban sobre rumbos distintos, y los tres se sometieron, como correspondía a normas idénticas.
Fueron tantas y tan terribles las pruebas exigidas, que ninguno de los dos hermanos mayores la resistió, y regresaron sin haber conseguido la flor.
El menor, que era mucho más valeroso que ellos, y amaba entrañablemente a su padre, mediante continuos sacrificios y con grande riesgo de la vida, consiguió apoderarse de la flor extraordinaria, casi al término del año estipulado.
El día de la cita, los tres hermanos se reunieron en la encrucijada de los tres caminos.
Cuando los hermanos mayores vieron llegar al menor con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista no sólo daría al joven fama de héroe, sino que también le aseguraría la corona. La envidia les mordió el corazón y se pusieron de acuerdo para quitarlo de en medio.
Poco antes de llegar al palacio, se apartaron del camino y cavaron un pozo profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor milagrosa, y lo cubrieron con tierra.
Llegaron los impostores alardeando de su proeza ante el padre ciego, quien recuperó la vista así que pasó por los ojos la flor de lirolay. Pero, su alegría se transformó en nueva pena al saber que su hijo había muerto por su causa en aquella aventura.
De la cabellera del príncipe enterrado brotó un lozano cañaveral.
Al pasar por allí un pastor con su rebaño, le pareció espléndida ocasión para hacerse una flauta y cortó una caña.
Cuando el pastor probó modular en el flamante instrumento un aire de la tierra, la flauta dijo estas palabras:
No me toques, pastorcito, ni me dejes tocar; mis hermanos me mataron por la flor de lirolay.
La fama de la flauta mágica llegó a oídos del Rey que la quiso probar por sí mismo; sopló en la flauta, y oyó estas palabras:
No me toques, padre mío, ni me dejes tocar; mis hermanos me mataron por la flor de lirolay.
Mandó entonces a sus hijos que tocaran la flauta, y esta vez el canto fue así:
No me toquen, hermanitos, ni me dejen tocar; porque ustedes me mataron por la flor de lirolay.
Llevando el pastor al lugar donde había cortado la caña de su flauta, mostró el lozano cañaveral. Cavaron al pie y el príncipe vivió aún, salió desprendiéndose de las raíces.
Descubierta toda la verdad, el Rey condenó a muerte a sus hijos mayores.
El joven príncipe, no sólo los perdonó sino que, con sus ruegos, consiguió que el Rey también los perdonara.
El conquistador de la flor de lirolay fue rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y de abundancia
Este cuento es conocido en la región norteña, en la región andina y en la región central. En Salta se lo llama "la flor lirolay"; en Jujuy "La flor del ilolay"; en Tucumán "La flor dl lirolá y también "del lilolá" y en Córdoba, La Rioja y San Luis "La flor de la Deidad".
Un día llegó al palacio, desde un país remoto, un viejo mago conocedor de la desventura del soberano. Le observó, y dijo que sólo la flor del lirolay, aplicada a sus ojos, obraría el milagro. La flor del lirolay se abría en tierras muy lejanas y eran tantas y tales las dificultades del viaje y de la búsqueda que resultaba casi imposible conseguirla.
Los tres hijos del rey se ofrecieron para realizar la hazaña. El padre prometió legar la corona del reino al que conquistara la flor del lirolay.
Los tres hermanos partieron juntos. Llegaron a un lugar en el que se abrían tres caminos y se separaron, tomando cada cual por el suyo. Se marcharon con el compromiso de reunirse allí mismo el día en que se cumpliera un año, cualquiera fuese el resultado de la empresa.
Los tres llegaron a las puertas de las tierras de la flor del lirolay, que daban sobre rumbos distintos, y los tres se sometieron, como correspondía a normas idénticas.
Fueron tantas y tan terribles las pruebas exigidas, que ninguno de los dos hermanos mayores la resistió, y regresaron sin haber conseguido la flor.
El menor, que era mucho más valeroso que ellos, y amaba entrañablemente a su padre, mediante continuos sacrificios y con grande riesgo de la vida, consiguió apoderarse de la flor extraordinaria, casi al término del año estipulado.
El día de la cita, los tres hermanos se reunieron en la encrucijada de los tres caminos.
Cuando los hermanos mayores vieron llegar al menor con la flor de lirolay, se sintieron humillados. La conquista no sólo daría al joven fama de héroe, sino que también le aseguraría la corona. La envidia les mordió el corazón y se pusieron de acuerdo para quitarlo de en medio.
Poco antes de llegar al palacio, se apartaron del camino y cavaron un pozo profundo. Allí arrojaron al hermano menor, después de quitarle la flor milagrosa, y lo cubrieron con tierra.
Llegaron los impostores alardeando de su proeza ante el padre ciego, quien recuperó la vista así que pasó por los ojos la flor de lirolay. Pero, su alegría se transformó en nueva pena al saber que su hijo había muerto por su causa en aquella aventura.
De la cabellera del príncipe enterrado brotó un lozano cañaveral.
Al pasar por allí un pastor con su rebaño, le pareció espléndida ocasión para hacerse una flauta y cortó una caña.
Cuando el pastor probó modular en el flamante instrumento un aire de la tierra, la flauta dijo estas palabras:
No me toques, pastorcito, ni me dejes tocar; mis hermanos me mataron por la flor de lirolay.
La fama de la flauta mágica llegó a oídos del Rey que la quiso probar por sí mismo; sopló en la flauta, y oyó estas palabras:
No me toques, padre mío, ni me dejes tocar; mis hermanos me mataron por la flor de lirolay.
Mandó entonces a sus hijos que tocaran la flauta, y esta vez el canto fue así:
No me toquen, hermanitos, ni me dejen tocar; porque ustedes me mataron por la flor de lirolay.
Llevando el pastor al lugar donde había cortado la caña de su flauta, mostró el lozano cañaveral. Cavaron al pie y el príncipe vivió aún, salió desprendiéndose de las raíces.
Descubierta toda la verdad, el Rey condenó a muerte a sus hijos mayores.
El joven príncipe, no sólo los perdonó sino que, con sus ruegos, consiguió que el Rey también los perdonara.
El conquistador de la flor de lirolay fue rey, y su familia y su reino vivieron largos años de paz y de abundancia
Este cuento es conocido en la región norteña, en la región andina y en la región central. En Salta se lo llama "la flor lirolay"; en Jujuy "La flor del ilolay"; en Tucumán "La flor dl lirolá y también "del lilolá" y en Córdoba, La Rioja y San Luis "La flor de la Deidad".
domingo, 20 de junio de 2010
Dia del Padre
Amiguitos te contare como es que se dio inicio al día del papá
Se debe a la señora Sonora Dodd la idea de celebrar el Día del Padre. En 1909 ella hizo esta propuesta, ya que deseaba que existiera un día especial que honrara a su padre, William Dodd.
William Dodd, veterano de la guerra civil estadounidense, enviudó al fallecer su esposa mientras daba luz a su sexto hijo. Solo y sin apoyo, asumió la tarea de criar y educar a sus seis hijos en una granja al este del estado de Washington.
Ya adulta, Sonora vio en su padre un hombre valeroso, cariñoso y desinteresado, que había realizado todo tipo de sacrificios para sacar adelante a su familia. Debido a que su padre había nacido en junio, Sonora escogió el 19 de junio de 1910 como fecha para celebrar el Día del Padre en honor al suyo.
En 1924 el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea y convirtió el Día del Padre en una celebración nacional. Finalmente en 1966, el Presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación presidencial que declaraba el tercer domingo de junio como Día del Padre.
ORACIÓN DEL PADRE
AYÚDAME, SEÑOR, a comprender a mis hijos, a escuchar pacientemente lo que quieren decirme y a responderles todas sus preguntas con amabilidad.Evítame que los interrumpa, que les dispute o contradiga.
HAZME cortés con ellos para que ellos sean conmigo de igual manera. Dame el valor de confesar mis errores y de pedirles perdón cuando comprenda que he cometido una falta.
IMPÍDEME que lastime los sentimientos de mis hijos. Prohíbeme que me ría de sus errores o que recurra a la afrenta y a la mofa como castigo.
NO ME permitas que induzca a mis hijos a mentir y a robar. Guíame hora tras hora para que confirme, por lo que digo y hago, que la honestidad es fuente de felicidad.
MODERA, te ruego, la maldad en mí. Evítame que los incomode y cuando esté malhumorado, ayúdame, Dios mío, a callarme. Hazme ciego ante los pequeños errores de mis hijos y auxíliame a ver las cosas buenas que ellos hacen.
AYÚDAME a tratar a mis hijos como niños de su edad y no me permitas exigirles el juicio y convicciones de los adultos. facúltame para no robarles la oportunidad de confiar en sí mismos, pensar, escoger o tomar decisiones.
OPÓNTE a que los castigue para satisfacer mi egoísmo. Socórreme para concederles todos los deseos que sean razonables y apóyame para tener el valor de negarles las comodidades que yo comprendo que les harán daño.
HAZME justo y ecuánime, considerado y sociable para con mis hijos, de tal manera que ellos sientas hacia mí, estimación. Hazme digno, Señor, de que sea amado e invitado con mis hijos.
miércoles, 9 de junio de 2010
Amin Maalouf
Nacio en Beirut, 25 de febrero de 1949.escritor libanés. Trabajó como periodista en Beirut y fue enviado especial en zonas controvertidas como Vietnam y Etiopía, hasta que comenzó la guerra civil en El Líbano en 1975, por lo que se trasladó a París como refugiado. Actualmente (2010) todavía vive allí.
Maalouf escribe en francés, y sus libros han sido traducidos a mumerosos idiomas. Recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela La Roca de Tanios. En su narrativa mezcla la realidad histórica con la ficción, y culturas diversas como la occidental y la oriental.
Ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en su edición de 2010
Samarcanda
León Africano
Las cruzadas vistas por los árabes
Es el optimismo de un artista marcado por la guerra, que le llevó a cambiar su Beirut natal (1949) por París, ciudad en la que se instaló en 1976 y donde trabajó como corresponsal para la prensa árabe hasta que el periodista fue dejando paso al escritor que en el que se ha convertido.
"Para mí trabajar es escribir, desde que era niño. Vengo de un entorno en el que se escribía", dice Maalouf en el salón de su casa, en un clásico apartamento de un barrio residencial parisino, impregnado de olor a incienso y alfombras árabes, un soñador, que nunca para de "construir historias".
"A veces es incluso peligroso porque cuando empecé a conducir, podía perderme tanto en mis pensamientos que provocaba accidentes", recuerda Maalouf, autor de "León, el africano" o "Samarkanda".
Con el tiempo ha aprendido a contenerse. Si le surge una idea al volante, la vuelca en la pequeña libreta que lleva en el bolsillo y luego la transcribe con su ordenador.
Escribe temprano, cuando se siente más lúcido. A veces en su despacho, donde duerme enroscado un enorme gato al que Maalouf llama su "mejor asistente literario". Otras veces, encerrado en la casa que tiene en una pequeña isla al oeste de Francia, se levanta al amanecer y teclea hasta el medio día. Luego pasea o se entretiene en lecturas que no tengan nada que ver con su proceso creativo.
En su cabeza siempre está presente el convulso mundo en el que vive y que le lleva a centrarse en sus textos para buscar soluciones, dice un artista influenciado Leon Tolstoi, Thomas Mann, Stefan Zweig, Cicerón o Mark Twain.
Reflexivo y buen conversador, cree que "si hubiera mucha gente de buena voluntad, que intentase hablarse y comprenderse y no permanecer encerrados en una visión estrecha, las cosas irían mejor".
La literatura "puede ser una herramienta de paz porque puede imaginar un mundo diferente. Tenemos que reinventar el mundo. La literatura tiene la obligación de hacerlo, en todas las lenguas", asegura alguien que cree plenamente en que conocer la cultura y la literatura de otros pueblos allana el camino para la convivencia.
"Podemos imaginar perfectamente una solución donde todos los pueblos de la región, los israelíes, los palestinos y los de alrededor sean ganadores. Todo el mundo puede ser ganador, tener paz, prosperidad, seguridad...mucha gente cree en ello", asegura.
Así se expresa alguien que entiende que el mundo se "ha ido envenenando" en décadas de un conflicto que exacerba la tensión en el mundo, pero que cree que la paz es posible.
"Si me hubiera hecho esa pregunta hace dos años, le habría dicho que no. Si me pregunta dentro de dos años, quizá le diga que tampoco. Hoy tengo el sentimiento de que hay una perspectiva. No me atrevo a decir cuál es el porcentaje de posibilidades que le daría a la paz, pero es posible", afirma.
"Vivimos en un mundo en el que la gente se acuchilla sin conocerse. Necesitamos conocernos mucho más. Cuando conocemos la literatura de otros, no podemos seguir mirando a ese pueblo de la misma manera", reflexiona un escritor que creció en un entorno árabe-musulmán y que se educó en un colegio jesuita donde aprendió francés, el idioma en el que escribe.
Habla la voz de la experiencia de un apasionado por la historia que viene de una región "que ha conocido grandes momentos de gloria pero que actualmente atraviesa momentos difíciles".
La historia "nos da a la vez ejemplos de tolerancia y de intolerancia. Podemos encontrar ejemplos que nos muestran que la gente no puede vivir conjuntamente. Pero podemos encontrar ejemplos de lo contrario", analiza Maalouf, un pensador que en el diagnóstico intenta ser realista, pero optimista en la práctica.
"Cuando se trata de buscar soluciones, intento ser imaginativo", asegura.
Maalouf escribe en francés, y sus libros han sido traducidos a mumerosos idiomas. Recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela La Roca de Tanios. En su narrativa mezcla la realidad histórica con la ficción, y culturas diversas como la occidental y la oriental.
Ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en su edición de 2010
Amor de lejos año
Orígenes
El viaje a Baldassare
Samarcanda
León Africano
Las cruzadas vistas por los árabes
10 maneras de ser diferente de ser Laura
Sus propias palabras intento comprender la realidad sinceramente, sin ponerme orejeras para escuchar sólo lo que quiero oír. Una vez que hago el diagnóstico me digo que la realidad no es inmutable y que hay que transformarla, imaginar el mundo de otra manera y eventualmente reinventarlo", explica el literato en una entrevista con Efe.
Es el optimismo de un artista marcado por la guerra, que le llevó a cambiar su Beirut natal (1949) por París, ciudad en la que se instaló en 1976 y donde trabajó como corresponsal para la prensa árabe hasta que el periodista fue dejando paso al escritor que en el que se ha convertido.
"Para mí trabajar es escribir, desde que era niño. Vengo de un entorno en el que se escribía", dice Maalouf en el salón de su casa, en un clásico apartamento de un barrio residencial parisino, impregnado de olor a incienso y alfombras árabes, un soñador, que nunca para de "construir historias".
"A veces es incluso peligroso porque cuando empecé a conducir, podía perderme tanto en mis pensamientos que provocaba accidentes", recuerda Maalouf, autor de "León, el africano" o "Samarkanda".
Con el tiempo ha aprendido a contenerse. Si le surge una idea al volante, la vuelca en la pequeña libreta que lleva en el bolsillo y luego la transcribe con su ordenador.
Escribe temprano, cuando se siente más lúcido. A veces en su despacho, donde duerme enroscado un enorme gato al que Maalouf llama su "mejor asistente literario". Otras veces, encerrado en la casa que tiene en una pequeña isla al oeste de Francia, se levanta al amanecer y teclea hasta el medio día. Luego pasea o se entretiene en lecturas que no tengan nada que ver con su proceso creativo.
En su cabeza siempre está presente el convulso mundo en el que vive y que le lleva a centrarse en sus textos para buscar soluciones, dice un artista influenciado Leon Tolstoi, Thomas Mann, Stefan Zweig, Cicerón o Mark Twain.
Reflexivo y buen conversador, cree que "si hubiera mucha gente de buena voluntad, que intentase hablarse y comprenderse y no permanecer encerrados en una visión estrecha, las cosas irían mejor".
La literatura "puede ser una herramienta de paz porque puede imaginar un mundo diferente. Tenemos que reinventar el mundo. La literatura tiene la obligación de hacerlo, en todas las lenguas", asegura alguien que cree plenamente en que conocer la cultura y la literatura de otros pueblos allana el camino para la convivencia.
"Podemos imaginar perfectamente una solución donde todos los pueblos de la región, los israelíes, los palestinos y los de alrededor sean ganadores. Todo el mundo puede ser ganador, tener paz, prosperidad, seguridad...mucha gente cree en ello", asegura.
Así se expresa alguien que entiende que el mundo se "ha ido envenenando" en décadas de un conflicto que exacerba la tensión en el mundo, pero que cree que la paz es posible.
"Si me hubiera hecho esa pregunta hace dos años, le habría dicho que no. Si me pregunta dentro de dos años, quizá le diga que tampoco. Hoy tengo el sentimiento de que hay una perspectiva. No me atrevo a decir cuál es el porcentaje de posibilidades que le daría a la paz, pero es posible", afirma.
"Vivimos en un mundo en el que la gente se acuchilla sin conocerse. Necesitamos conocernos mucho más. Cuando conocemos la literatura de otros, no podemos seguir mirando a ese pueblo de la misma manera", reflexiona un escritor que creció en un entorno árabe-musulmán y que se educó en un colegio jesuita donde aprendió francés, el idioma en el que escribe.
Habla la voz de la experiencia de un apasionado por la historia que viene de una región "que ha conocido grandes momentos de gloria pero que actualmente atraviesa momentos difíciles".
La historia "nos da a la vez ejemplos de tolerancia y de intolerancia. Podemos encontrar ejemplos que nos muestran que la gente no puede vivir conjuntamente. Pero podemos encontrar ejemplos de lo contrario", analiza Maalouf, un pensador que en el diagnóstico intenta ser realista, pero optimista en la práctica.
"Cuando se trata de buscar soluciones, intento ser imaginativo", asegura.
lunes, 7 de junio de 2010
Hernán Rivera Letelier
El escritor chileno Hernán Rivera Letelier resultó ganador del décimo tercer Premio de Novela Alfaguara, uno de los más importantes de la literatura iberoamericana, por su novela "El arte de la resurrección", presentada con el seudónimo Manuel Madero.
La novela ganadora está ambientada en el desierto chileno, en las primeras décadas del siglo XX, y narra las andanzas de un iluminado, el "Cristo de Elqui". El jurado ha valorado el "aliento y la fuerza narrativa" que contiene la novela, así como "la creación de una geografía personal a través del humor, el surrealismo y la tragedia".
Poeta, cuentista y, sobre todo, novelista, Rivera Letelier (Talca, 1950) es uno de los escritores de mayor éxito de su país. Ha publicado, entre otras novelas, "La reina Isabel cantaba rancheras", "Himno del ángel parado en una pata", "Fatamorgana de amor con banda de música", "El fantasista", "Mi nombre es Malarrosa" y "La contadora de películas".
Galardonado en dos ocasiones con el Premio del Consejo Nacional del Libro, Rivera Letelier fue minero en las salitreras del desierto chileno de Atacama, "el más cabrón del mundo", como él suele decir, y en ese escenario ha situado varias de sus novelas. De joven, era el único minero que utilizaba la biblioteca de su pueblo. Comenzó a escribir a los 21 años, literalmente "por hambre", según él ha contado en más de una ocasión. A esa edad salió por primera vez del desierto y comenzó a recorrer su país.
Rivera ha dicho que, tendido en una playa, y con las tripas vacías, escuchó en una radio robada por un amigo que convocaban un concurso de poesía cuyo primer premio era una cena en un hotel de lujo. Le bajaron las musas de golpe y escribió un poema de amor de cuatro páginas, con el que ganó el certamen.
El premio está dotado de 175.000 dólares y fue anunciado hoy por el escritor español Manuel Vicent en Madrid, donde también se realizó un homenaje al recientemente fallecido escritor y periodista argentino Tomas Eloy Martínez, ganador en 2002 de ese galardón por su obra "El vuelo de la reina".
Al menos 539 manuscritos se presentaron para la XIII edición del premio, de los cuales, entre otros, 194 procedían de España, 102 de México, 100 de Argentina, 34 de Colombia, 25 de Estados Unidos, 23 de Ecuador, 17 de Perú, y 14 de Chile. El año pasado el premio Alfaguara fue para el escritor argentino radicado en España, Andrés Neuman, con la novela "El viajero del siglo".
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